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El vestido morado que tejió historia: Claudia Sheinbaum y el nuevo símbolo del poder femenino en México

La noche del 15 de septiembre de 2025 no sólo marcó un capítulo inédito en la historia política de México por ser la primera vez que una mujer dio el Grito de Independencia desde Palacio Nacional. También quedó inmortalizada por un vestido: un conjunto morado que no solo vistió a la presidenta Claudia Sheinbaum, sino que vistió a toda una narrativa de ruptura histórica, identidad cultural y activismo estético.

Este atuendo se convirtió de inmediato en objeto de análisis y debate público, en portadas de medios nacionales e internacionales, y en una conversación activa en redes sociales. Lejos de ser una elección superficial, el vestido representó una síntesis visual de los ejes ideológicos del nuevo gobierno: feminismo, inclusión, raíces indígenas y solemnidad republicana.

Una pieza construida con símbolos

El diseño, compuesto por una falda plisada en satín morado hasta los tobillos y un top de manga larga en tonos plateados con bordados florales, fue creado exclusivamente para la ceremonia. La banda presidencial, bordada a mano por mujeres de la SEDENA, incorporó el nombre completo de la mandataria. Los aretes largos y el peinado recogido —un chongo bajo sencillo— acentuaron la sobriedad del conjunto.

Pero más allá de lo estético, cada elemento respondió a una lógica simbólica cuidadosamente orquestada:

  • El color morado, históricamente asociado con los movimientos sufragistas del siglo XX y el feminismo contemporáneo, evocó valentía, transformación y sororidad.
  • Los bordados nahua, realizados por la maestra textil Virginia Verónica Arce Arce de Tlaxcala, conectaron con una herencia indígena milenaria.
  • El corte midi y el estilo artesanal, ejecutados por manos femeninas mexicanas, comunicaron una elegancia discreta pero poderosa.

Las creadoras detrás del mensaje

La pieza fue fruto de un trabajo colectivo de mujeres mexicanas:

  • Diseño: Thelma Islas Lagunas y Crystel Martínez Torre (Tlaxcala), quienes ya habían trabajado para la presidenta en eventos oficiales.
  • Bordado: Virginia Verónica Arce Arce, maestra nahua con más de 25 años de experiencia en técnicas ancestrales.
  • Confección: Rocío Castro Cruz, encargada del ensamblaje y ajuste a medida.
  • Banda presidencial: elaborada por mujeres del Ejército mexicano en un proceso que tomó 10 días, desde el patrón hasta el bordado del escudo nacional.

La presidenta, en sus redes, reconoció públicamente el talento indígena y el trabajo de las mujeres artesanas como parte de su visión de gobierno.

Un manifiesto visual

La carga simbólica del atuendo no fue una casualidad. En su arenga, Sheinbaum hizo historia al incluir por primera vez nombres completos de heroínas de la independencia como Josefa Ortiz Tellez Girón y Gertrudis Bocanegra, además de proclamar vivas a las mujeres indígenas y a la igualdad.

Así, el vestido se convierte en un manifiesto visual de su presidencia. Un símbolo silencioso pero potente, alineado con sus políticas de justicia social y representación. Según analistas como @rebecamaccise en X, se trata de un ejemplo de power dressing con “tres puntos focales”: morado (feminismo), bordado nahua (cultura) y banda (patria).

Cobertura y recepción pública

En menos de 24 horas, el vestido fue analizado por al menos 20 medios de comunicación, desde Infobae hasta Marie Claire México. Las interpretaciones coincidieron: se trató de una pieza que combinó elegancia, mensaje político y orgullo cultural. Algunos titulares hablaron de “ruptura de techos de cristal” (El Imparcial), “dignidad e igualdad” (Record) y “homenaje a la tradición textil” (La Verdad Noticias).

En la red social X, más de una veintena de publicaciones destacaron la sobriedad del atuendo, la fineza del bordado y el mensaje de fondo. Se habló de “activismo estético”, de “reivindicación simbólica” y de “la nueva narrativa de poder femenino”.

Una nueva estética del poder

El vestido morado de Claudia Sheinbaum pasará a la historia no solo como un momento de moda, sino como un punto de inflexión en la estética del poder político mexicano. En un país donde por décadas el traje oscuro fue uniforme de quienes gobernaban, la elección de esta prenda artesanal representa un giro: la inclusión de lo femenino, de lo indígena y de lo popular en el lenguaje visual del Estado.

Al igual que los trajes de otras lideresas como Michelle Obama o Jacinda Ardern, el atuendo de Sheinbaum comunica sin decir palabra: comunica quiénes somos, a quién se representa y qué historia se quiere contar.

No fue solo un vestido

El morado no fue solo un color; fue una declaración. El bordado no fue solo un adorno; fue una conexión con las raíces. Y la banda no fue solo protocolo; fue la afirmación de que el poder también puede ser femenino, sensible, cercano y transformador.

El 15 de septiembre de 2025 no solo cambió la historia con una voz de mujer en el balcón. También lo hizo con una prenda que tejió dignidad, memoria y futuro.

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Crónica de Encuentros con La Corregidora: Beatriz Robles y la constancia de las causas

La política no siempre se escribe en los grandes recintos ni en los discursos encendidos. A veces, ocurre en las sobremesas humildes, bajo una lona improvisada en alguna comunidad que, como muchas en Querétaro, carga a cuestas necesidades apremiantes que la modernidad aún no atiende.

Así fue el reencuentro con Beatriz Robles —“Bety”, como la llama con familiaridad y cariño su círculo más cercano—, en una tarde lluviosa en la comunidad de San Cirilo, en lo alto de Pedro Escobedo. Ahí, entre habitantes que exponen con franqueza sus preocupaciones, se teje ese hilo invisible que une a la política con lo que verdaderamente importa: escuchar, comprender y regresar, no con promesas vacías, sino con presencia constante.

Fue un encuentro breve, como suelen ser muchos en su agenda apretada. Pero no por ello exento de esa cortesía fraternal y sorora que distingue a quienes entienden que la política es, antes que estrategia, un ejercicio de humanidad.

Mientras recorría el camino de regreso, no pude evitar ese ejercicio tan humano de la memoria. Volví al 2018, a los días en que Morena apenas se gestaba como fuerza política mayoritaria y Beatriz Robles caminaba por las comunidades más alejadas del centro histórico de Querétaro. Entonces, no había reflectores, ni primeras planas. Había convicción, esa palabra que suele desgastarse en los discursos, pero que algunos pocos aún practican.

La recuerdo en El Jofrito, entregando el periódico Regeneración, presentándose no como diputada —aunque lo era—, sino como una ciudadana más, invitando a leer, a informarse, a construir. Aquella mujer, que fue la primera diputada federal de Morena por Querétaro, es hoy la primera senadora del progresismo queretano, una trayectoria que no puede entenderse sin ese hilo de continuidad que es su cercanía con la gente.

En su casa de enlace, donde esta vez nos encontramos, repasé mentalmente los lugares donde la he visto: en las calles de la capital, en la Sierra, en San Juan del Río, en El Marqués, incluso en espacios más íntimos como el Jardín de los Perritos. También en su oficina, cuando encarnó esa otra faceta institucional como enlace federal de la Secretaría de Educación. Esas imágenes no surgieron al azar: fueron la confirmación de una constante. Detrás de la senadora hay una mujer trabajadora, madre, hermana, empresaria, militante y, sobre todo, una mujer con metas claras y sueños que muchos tildan de utópicos, pero que ella persiste en construir.

La conversación derivó, inevitablemente, a lo político. Me habló de su vida personal, de jornadas que inician antes del alba y terminan pasada la medianoche. Me relató cómo es el trabajo legislativo, las estrategias para consolidar el llamado “segundo piso” del proyecto de la Presidenta Claudia Sheinbaum, y la responsabilidad de cada voto emitido. Habló también de sus recorridos por la Sierra, donde no sólo refrenda alianzas políticas, sino fortalece esos vínculos que sólo se construyen caminando, escuchando, estando.

En su relato no hubo espacio para vanaglorias. Conozco su trayectoria y sé distinguir en sus palabras ese tono de congruencia, de quien ha aprendido que la política es también un juego de resistencias, de carreras largas, de protagonistas que se adelantan, pero también de quienes saben esperar el momento justo para avanzar.

Beatriz Robles sabe bien que Querétaro es tierra de simbolismos. Es la cuna de La Corregidora, esa mujer que la historia consagró por su valor, inteligencia y sensibilidad. No es casual que Bety se asuma heredera de ese legado, no por linaje, sino por convicción.

Hoy, Robles se encamina a presentar su primer informe legislativo el 9 de agosto en el Teatro de la República, donde ha participado en la aprobación de reformas clave para el proyecto de la 4T: la reforma judicial, la adscripción de la Guardia Nacional a la SEDENA, la garantía de un salario mínimo digno, la prohibición de espectáculos con animales acuáticos y, en particular, el exhorto para que Querétaro se adhiera al IMSS Bienestar. Más allá del listado de iniciativas, lo relevante es que lo hace en sintonía con una política que busca recuperar la cercanía entre representante y representado.

Como estratega política, sabe que la carrera hacia el 2027 inició desde el primer día del sexenio. Entiende que este camino, como la vida, está lleno de claroscuros, y que se recorre de frente, sin esconderse tras discursos prefabricados. El mayor poder que ha cosechado no está en las cámaras, sino en el conocimiento profundo de lo que el pueblo necesita, porque lo ha escuchado sin intermediarios.

Al despedirnos, me quedó claro que más allá de las coyunturas, Beatriz Robles sostiene su brújula en una certeza que repite sin afán de eslogan: “El pueblo es sabio.”

Y quizá, en esa frase, radique su mayor fortaleza.

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El Batán: cuando la sed exige inteligencia colectiva

Por: Daniela Altamirano – LYPmultimedios

“Si no tienes disposición de análisis o capacidad de un ejercicio crítico, no leas este artículo.”
Una advertencia que no es arrogante, sino urgente.
México entero se encuentra en una encrucijada ambiental, pero Querétaro vive una de sus versiones más alarmantes: el abasto de agua. No se trata de alarmismo, sino de un hecho que se percibe en los hogares, en los campos y en las voces de quienes —desde hace años— advierten lo que se avecina si no se actúa con responsabilidad y visión.

Este primero de julio, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, fue clara durante su participación en la Mañanera del Pueblo: el proyecto del Sistema Hídrico El Batán es tecnológicamente viable y potencialmente replicable si cumple con las normas de la Secretaría de Medio Ambiente (SEMARNAT). Con ejemplos globales, como África y naciones donde el reciclaje de agua residual permite abastecer a millones, Sheinbaum no se limitó a la retórica; trazó una hoja de ruta.

“Hay países que reciclan su agua de desecho y queda potable… Tecnológicamente es factible.”
— Claudia Sheinbaum, 1:30:25, Mañanera del Pueblo
Esa afirmación no es menor. Es un respaldo explícito condicionado a la normatividad. Y, a diferencia de otras declaraciones políticas, esta no se refugia en evasivas. Deja clara la responsabilidad: el Congreso de Querétaro deberá analizar y resolver.

El Congreso como campo de legitimidad
Lo dijo la presidenta: el poder legislativo local es el siguiente actor que debe entrar en escena. No para proteger intereses de grupo, sino para garantizar un proceso abierto, transparente y técnicamente justificado.

La sede del Congreso no puede ser más que eso: la casa del pueblo, no un búnker de negociaciones partidistas. Y sin embargo, lo sabemos: los intereses que rondan El Batán son muchos. Desde los que ven en el proyecto una fuente de especulación financiera, hasta los que, por oposición automática a todo lo que huela a “4T”, descartan sin revisar, sin proponer, sin entender.

Es aquí donde se define el tipo de sociedad que queremos ser: una que espera pasivamente lo que hagan sus legisladores, o una que exige, se informa, propone y se moviliza.

Transparencia: ni favor ni cortesía
Pedir acceso libre al proyecto hídrico no es un favor, es una exigencia ciudadana legítima. Querétaro necesita una plataforma digital pública, donde se documenten las características técnicas del proyecto, los posicionamientos de partidos, la evaluación de expertos y las implicaciones económicas reales.

No basta con confiar en “que se está haciendo lo correcto”. Ese paternalismo ya caducó. Lo que urge es abrir la discusión: organizar foros mixtos con académicos, servidores públicos y ciudadanía. No para repetir lugares comunes, sino para hacer del conocimiento técnico un derecho accesible.

Y, ¿por qué no? Que el propio Congreso facilite una vía de consulta directa: un plebiscito local. No como espectáculo político, sino como herramienta de legitimidad social.

La batalla cultural del agua
Lo más complejo no es la infraestructura, ni siquiera el financiamiento. Lo más difícil es vencer la desinformación y el miedo al cambio. Parte de la oposición califica el proyecto como fraudulento sin sustento técnico. Otros, atrapados en trincheras ideológicas, se niegan siquiera a sentarse a la mesa de discusión.

Pero el agua, señoras y señores, no tiene partido.

Nos enfrentamos a una oportunidad inédita: hacer de El Batán no un proyecto del gobernador, ni de la presidenta, ni de una fracción legislativa, sino una solución colectiva al problema más apremiante del estado. Si no lo hacemos así, el costo será irreversible.

Y entonces sí, quienes hoy se burlan o trivializan el debate, habrán abonado el terreno para el verdadero sueño reaccionario: ese donde el rencor, el fanatismo y la ignorancia ganan por default lo que la razón no defendió a tiempo.

El poder de decidir
Esta columna no defiende a ciegas un proyecto. Defiende la idea de que la acción social informada es más poderosa que cualquier mayoría legislativa o narrativa oficial. Propongo, además, que la potabilización del agua reciclada sea garantizada, como lo sugiere la presidenta y en estricto apego a la norma vigente. Incluso con dicha garantía técnica, debe priorizarse el uso de esa agua tratada para fines industriales, el riego de áreas verdes urbanas y proyectos de reforestación, descartando su aplicación agrícola. Solo así se podría asegurar una sanidad mental colectiva, basada en la confianza pública, la certeza científica y la justicia ambiental.

Si algo quedó claro hoy, es que la pelota ya no está solo en Palacio Nacional ni en la Casa de la Corregidora. Está en la cancha ciudadana, en la calle, en los sindicatos, en las universidades, en las redes.

La historia no se escribe con hashtags ni con silencios cómplices. Se escribe con valentía crítica y organización social.

Y Querétaro, en materia hídrica, ya no tiene tiempo para escribir borradores.

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La Cuauhtemiña: Amor con amor… favor con favor se paga

Desde hace años, los titulares de los periódicos han estado inundados de imágenes donde la violencia en el fútbol es el pan de cada día. Las batallas campales entre aficionados han dejado de ser incidentes aislados para convertirse en parte del espectáculo, bajo la justificación de la “pasión por el deporte”. Hoy en día, los periódicos impresos han sido sustituidos por videos virales que no solo capturan fotógrafos profesionales, sino cualquier persona con un celular. Hace unos años en el estadio Corregidora, esta “pasión desbordada” se convirtió en el reflejo más crudo del machismo sin restricciones, donde un gol anulado, un penal mal marcado o un simple fallo arbitral son suficientes para desatar una violencia irracional, muchas veces impune. Porque en las gradas no hay fuero, pero sí licencia para golpear.

En México, hay un sector del fútbol que ha sido categorizado —y hasta estigmatizado— de manera particular. Parte de la afición del América es sinónimo de arrogancia, rudeza y, en muchos casos, de machismo desbordado. Son los llamados “Brians”, los de la playera ajustada y la cadenita de San Juditas, los que gritan “¡A huevo!” con cada jugada (incluso de la vida) como si se tratara de un mantra de supremacía. En una mano llevan afición y en la otra el resistol. Su devoción futbolera es casi religiosa, y su máximo profeta no es otro que Cuauhtémoc Blanco.

La Cuauhtemiña: Un hito del triunfo

Cuauhtémoc Blanco es el estandarte del americanismo: barrio, irreverencia y astucia. Fue descubierto en los llanos de Tepito, una de las zonas más bravas del país, y desde su debut en 1992 hasta su consolidación entre 2002 y 2007, se convirtió en la estrella del equipo más odiado —y amado— de México. Pero su talento no solo brillaba en la cancha; su personalidad y su estilo lo convirtieron en un personaje mediático, el consentido de Televisa y TV Azteca.

La “Tota” Carbajal lo apadrinó, Carmelita Salinas lo cobijó, y Galilea Montijo protagonizó con él uno de los romances más sonados de la farándula deportiva. Su carisma, mezclado con un desparpajo digno de las calles donde creció, lo hicieron irresistible para la prensa. Y como todo ídolo con estrella, su destino no estaba solo en las canchas: el siguiente paso era la política.

“Favor con favor se paga”… o ¿cómo era la frase?
La Cámara de “Baja” cayó “muy bajo”. Se ha señalado con dureza a las diputadas que blindaron a Cuauhtémoc Blanco, pero si algo queda claro es que aquí que lo político se volvió politiquería, misma que se convierte en un juego de favores, y en esta ocasión, el patriarcado pasó factura. El feminismo en su malversación de quienes la utilizan de esa manera, se ha convertido en un botín discursivo, y el “techo de cristal” parece haberse convertido en una moneda de cambio más.
Blanco no solo enfrenta una denuncia por tentativa de violación de su media hermana; su historial incluye al menos 20 acusaciones más por corrupción, nepotismo y abuso de poder. Sin embargo, su desafuero se volvió una pieza clave en el ajedrez político. La bancada de la “paridad de género” dejó al descubierto que, cuando conviene, las luchas pueden ser transaccionales.

Y ahí estaban los de la ultraderecha, citando a Simone de Beauvoir para darse baños de pureza mientras encubren a acosadores en sus propias filas. ¿Dónde estaba su indignación cuando un diputado panista fue captado negociando “servicios femeninos” en plena sesión? Ahí sí, todos calladitos.
Los favores en la política vienen en muchas formas: blindajes, impunidad, puestos estratégicos o simplemente hacerse de la vista gorda. Y en este juego, el PRI y su líder, Alito Moreno, saben que tienen cartas para negociar su propia supervivencia. ¿Desaforar al Cuauh? Quizás, pero no sin asegurarse de que el “favor” sea bien cobrado.

Rumbo al campeonato
La política mexicana es un partido que se juega para ganar, y aquí, es donde la afición, es decir, la ciudadanía, tiene la última palabra. Estamos a punto de enfrentar un campeonato electoral en el que cada quien debe decidir si entra a la cancha con estrategia o si nos dejamos meter otro golazo.
Es hora de jugar con inteligencia. La pregunta es: ¿seremos goleadoras o nos volverán a aplicar otra Cuauhtemiña?

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“NINIS”: Un concepto creado por el necrocapitalismo para arrebatarnos a los nuestros

Hace diez días, las redes sociales se inundaron con una noticia devastadora, una pesadilla colectiva que sacudió a todo el país. El hallazgo que estremeció a la nación no fue resultado de una acción del Estado, sino de un grupo de buscadores de personas desaparecidas, o mejor dicho, arrebatadas. Personas que, con valentía y determinación, hicieron lo que por años las autoridades han decidido no hacer, respondiendo a los intereses geopolíticos de un sistema basado en la explotación y la muerte: el necrocapitalismo, la forma más retorcida y devastadora del neoliberalismo.

En 2012, Felipe Calderón Hinojosa dejaba la presidencia a Enrique Peña Nieto, marcando el inicio de un sexenio caracterizado por la corrupción y la impunidad. Entre 2006 y 2011, bajo el mando de Calderón, se implementó el operativo Rápido y Furioso, permitiendo la entrada de más de 2,000 armas de manera ilegal al país. Justificado como una estrategia de seguridad, este operativo dejó una profunda cicatriz en la vida social, política, cultural y económica de México. La ejecución de estas políticas fue obra de un sistema neoliberal, machista, hegemónico y violento, que, como siempre, descargó su peso sobre los más vulnerables: los jóvenes., quien declaró una “guerra contra el narcotráfico”, una estrategia encabezada por Genaro García Luna, hoy en proceso judicial en Estados Unidos. Fue bajo su dirección que se ejecutaron operativos como Rápido y Furioso, permitiendo la entrada de miles de armas al país con la justificación de un sistema de seguridad que, en realidad, dejó una profunda cicatriz en la vida social, política, cultural y económica de México. La ejecución de esta estrategia fue obra de un sistema neoliberal, machista, hegemónico y violento, que, como siempre, descargó su peso sobre los más vulnerables: los jóvenes. Aquellos que, en su búsqueda de oportunidades económicas y una posibilidad de cumplir sus sueños, quedaron atrapados en una trampa mortal.

Ese mismo año, la historia de “Pay de Limón” conmocionó a los pocos que la escucharon: un perro cuyas patas fueron mutiladas como parte de un “adiestramiento” para menores reclutados como sicarios. El caso resonó en pequeños círculos animalistas, quienes, como siempre, fueron los primeros en advertir que la violencia escala y que los animales suelen ser el primer eslabón de una cadena brutal. Sin embargo, el caso no trascendió. Era solo un perro, dijeron algunos.

“Ninis”. Así llamaron a los jóvenes que quedaron atrapados en la desigualdad y el crimen. La narrativa dominante, en lugar de hablar de la falta de oportunidades o de la urgencia de políticas públicas que ofrecieran alternativas, prefirió etiquetarlos y deshumanizarlos. “Ninis”, como si fueran una generación sin rumbo, cuando en realidad lo que les negamos fue la posibilidad de elegir un camino. Ni oportunidades; ni una vida fue lo que les dimos como sociedad. El necrocapitalismo no solo explota los recursos, sino que convierte los cuerpos en mercancía de la violencia. Como advierte Sayak Valencia en Capitalismo Gore, este modelo económico no solo genera riqueza a través de la explotación laboral, sino también mediante la economía criminal, donde la vida y la muerte se transan con la misma frialdad que cualquier otro bien de consumo.

Nos han arrebatado a los nuestros. No solo a quienes yacen en fosas clandestinas, no solo a quienes han sido identificados y devueltos a sus familias. Nos han quitado también a las madres que, con una pala en la mano, destinada a construir los sueños de sus hijos, han terminado desenterrando sus restos. Nos han arrebatado a las niñas, a los jóvenes, a los sueños. Nos han dejado con cientos de zapatos huérfanos, con cientos de prendas sin dueño, con cientos de evidencias de un país que no ha sabido proteger a su futuro. y un dolor imposible de nombrar, han encontrado los restos de sus hijos cuando alguna vez soñaron con encontrar para ellos un camino de felicidad. Nos han arrebatado a las niñas, a los jóvenes, a los sueños. Nos han dejado con cientos de zapatos huérfanos, con cientos de prendas sin dueño, con cientos de evidencias de un país que no ha sabido proteger a su futuro.

Hoy estamos de luto. Un luto colectivo, un luto que nos atraviesa como nación. Pero en medio de la desolación, también tenemos una responsabilidad: sostener nuestra más potente arma, el amor convertido en compasión y empatía hacia las familias de estos jóvenes, de estas niñas. Porque donde quiera que estén, donde quiera que sueñen, debemos asegurarnos de que la sociedad exija y construya un sistema de justicia real y eficiente, para que nunca dejemos de soñar con un país donde no falte nadie.

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Es tiempo de mujeres

Es una mañana de jueves, como cada mañana, y como miles de mujeres, estoy inmersa en una de las tantas jornadas que asumimos como madres y responsables de cuidados. Entre ellas, el acompañamiento a nuestras hijas e hijos. Como cada jueves, desde que la presidenta de México tomó el foro de comunicación más importante del país, me dispongo a escuchar La Mañanera del Pueblo.

Día tras día, observo el poder que la presidenta erige para todas las mujeres. Escucho sus palabras: “Es tiempo de mujeres”, y entonces todo cobra sentido. A través de los relatos que resuenan en Palacio Nacional, la historia de aquellas que fueron silenciadas por generaciones vuelve a emerger con fuerza.

Cada mañana, en este gran podcast matutino, se narran las vivencias de mujeres indígenas, de las combatientes de la Revolución, de aquellas que no pudieron elegir con quién casarse pero sí decidieron pelear por su patria. Mujeres que escribieron poesía, que lucharon por todas. Escuchamos la historia de Elvia Carrillo Puerto, quien logró que las mujeres fuéramos reconocidas como sujetas de elección, y junto a ella, el eco de muchas más que marcaron el camino. Y entonces, me vuelvo consciente de una verdad irrefutable: llegamos todas y llegamos juntas.

El sendero de la historia, el presente y el futuro se despliega ante nosotras. Pero en ese andar, seremos insistentes en visibilizar la narrativa de quienes intentan borrarnos y violentarnos. En el quehacer político y social, continúan llamándonos “feminazis”, como recientemente lo hizo un periódico nacional que, con un cartón burdo y ofensivo, intentó satirizar nuestro movimiento. Pero no, una disculpa no basta.

La política se mueve a la velocidad del planeta: estrepitosa y fugaz. Es 2025, pero los aspirantes a los “encargos” actúan como si estuvieran en la recta final de la campaña electoral de 2027. Abrazan, comen en la calle e… invisibilizan a las mujeres. “Los” presidenciales se regodean como gallitos, pretendiendo ser los elegidos en la granja. Pero esperen, que ya lo dijo la presidenta hace unos días a propósito de la Ley Antinepotismo: qué mal y qué indigno se vería convertir una aspiración individual en un espejo donde solo se refleje la hipotenusa (como dice la chaviza) de decir que ‘están con la presidenta porque es tiempo de mujeres’.

Compañeros, compañeras, compañeres, colegas… No seamos ingenuos. Sería absurdo pensar que las mujeres no podemos gobernar un municipio, un estado o un país. Hoy vemos a una mujer con cabeza fría y paciencia, desmantelando los estereotipos del machismo naranja, no solo en un tablero mundial, sino demostrando (sin necesidad) que las mujeres sabemos gobernar.

La brújula de la historia nos lo marca, y hacia allá vamos. Porque, efectivamente… es tiempo de mujeres.