La política no siempre se escribe en los grandes recintos ni en los discursos encendidos. A veces, ocurre en las sobremesas humildes, bajo una lona improvisada en alguna comunidad que, como muchas en Querétaro, carga a cuestas necesidades apremiantes que la modernidad aún no atiende.
Así fue el reencuentro con Beatriz Robles —“Bety”, como la llama con familiaridad y cariño su círculo más cercano—, en una tarde lluviosa en la comunidad de San Cirilo, en lo alto de Pedro Escobedo. Ahí, entre habitantes que exponen con franqueza sus preocupaciones, se teje ese hilo invisible que une a la política con lo que verdaderamente importa: escuchar, comprender y regresar, no con promesas vacías, sino con presencia constante.
Fue un encuentro breve, como suelen ser muchos en su agenda apretada. Pero no por ello exento de esa cortesía fraternal y sorora que distingue a quienes entienden que la política es, antes que estrategia, un ejercicio de humanidad.
Mientras recorría el camino de regreso, no pude evitar ese ejercicio tan humano de la memoria. Volví al 2018, a los días en que Morena apenas se gestaba como fuerza política mayoritaria y Beatriz Robles caminaba por las comunidades más alejadas del centro histórico de Querétaro. Entonces, no había reflectores, ni primeras planas. Había convicción, esa palabra que suele desgastarse en los discursos, pero que algunos pocos aún practican.
La recuerdo en El Jofrito, entregando el periódico Regeneración, presentándose no como diputada —aunque lo era—, sino como una ciudadana más, invitando a leer, a informarse, a construir. Aquella mujer, que fue la primera diputada federal de Morena por Querétaro, es hoy la primera senadora del progresismo queretano, una trayectoria que no puede entenderse sin ese hilo de continuidad que es su cercanía con la gente.
En su casa de enlace, donde esta vez nos encontramos, repasé mentalmente los lugares donde la he visto: en las calles de la capital, en la Sierra, en San Juan del Río, en El Marqués, incluso en espacios más íntimos como el Jardín de los Perritos. También en su oficina, cuando encarnó esa otra faceta institucional como enlace federal de la Secretaría de Educación. Esas imágenes no surgieron al azar: fueron la confirmación de una constante. Detrás de la senadora hay una mujer trabajadora, madre, hermana, empresaria, militante y, sobre todo, una mujer con metas claras y sueños que muchos tildan de utópicos, pero que ella persiste en construir.
La conversación derivó, inevitablemente, a lo político. Me habló de su vida personal, de jornadas que inician antes del alba y terminan pasada la medianoche. Me relató cómo es el trabajo legislativo, las estrategias para consolidar el llamado “segundo piso” del proyecto de la Presidenta Claudia Sheinbaum, y la responsabilidad de cada voto emitido. Habló también de sus recorridos por la Sierra, donde no sólo refrenda alianzas políticas, sino fortalece esos vínculos que sólo se construyen caminando, escuchando, estando.
En su relato no hubo espacio para vanaglorias. Conozco su trayectoria y sé distinguir en sus palabras ese tono de congruencia, de quien ha aprendido que la política es también un juego de resistencias, de carreras largas, de protagonistas que se adelantan, pero también de quienes saben esperar el momento justo para avanzar.
Beatriz Robles sabe bien que Querétaro es tierra de simbolismos. Es la cuna de La Corregidora, esa mujer que la historia consagró por su valor, inteligencia y sensibilidad. No es casual que Bety se asuma heredera de ese legado, no por linaje, sino por convicción.
Hoy, Robles se encamina a presentar su primer informe legislativo el 9 de agosto en el Teatro de la República, donde ha participado en la aprobación de reformas clave para el proyecto de la 4T: la reforma judicial, la adscripción de la Guardia Nacional a la SEDENA, la garantía de un salario mínimo digno, la prohibición de espectáculos con animales acuáticos y, en particular, el exhorto para que Querétaro se adhiera al IMSS Bienestar. Más allá del listado de iniciativas, lo relevante es que lo hace en sintonía con una política que busca recuperar la cercanía entre representante y representado.
Como estratega política, sabe que la carrera hacia el 2027 inició desde el primer día del sexenio. Entiende que este camino, como la vida, está lleno de claroscuros, y que se recorre de frente, sin esconderse tras discursos prefabricados. El mayor poder que ha cosechado no está en las cámaras, sino en el conocimiento profundo de lo que el pueblo necesita, porque lo ha escuchado sin intermediarios.
Al despedirnos, me quedó claro que más allá de las coyunturas, Beatriz Robles sostiene su brújula en una certeza que repite sin afán de eslogan: “El pueblo es sabio.”
Y quizá, en esa frase, radique su mayor fortaleza.
