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La sumisión como entrega consciente; Taboo o estrategia de control mental

Por: Nieth

Hoy quiero hablarte de un tema que suele despertar polémica y es muy personal, abriré mi intimidad para Compartirte la realización que he despertado: la sumisión. No desde la mirada negativa que suele imponerse, sino como una posibilidad de entrega y trascendencia.

Soy Nieth, psicóloga especializada en ciencias contemplativas y desarrollo organizacional, Ninfa, de Teocalli Infinito. Mi vida y mi búsqueda espiritual me han llevado a explorar caminos poco convencionales, cansada de religiones que sentía opresivas pero sobre todo poco congruentes, hablando de paz haciendo guerras, de humildad y bañadas en oro, autodenominadas salvadoras pero dejando huérfanos por todo el mundo, tanto en lo organizacional, lo filosófico, como en lo íntimo. He tenido diversos amantes, experiencias que me han enriquecido, pero, a la vez abrieron mi ser para la entrega, comparto mi vida con una persona ante la cual me reconozco SUMISA, lo venero con cuerpo y alma y me hace sentir venerada y divina. Esa sumisión no nace de debilidad, sino de confianza y elección, Él, logro con congruencia y carácter mi amor incondicional.

En este sentido, quiero hablarte desde la perspectiva del Tantra Bhakti, que se centra en la adoración y el acto consciente de venerar. La sumisión, cuando es libremente escogida, se convierte en una forma de honrar al otro, de reconocer en él o en ella una guía, un sostén, una energía capaz de sostenerte y mas importante, elevarte.

No se trata de fanatismo ni de renunciar a la propia conciencia. Al contrario: es una fe lúcida, es entrega total y plena basada no en dogma, si no en experiencia y sabiduría personal.

La sumisión sabia: el secreto detrás del poder

Existe un mito poco comentado en Occidente, pero profundamente palpable en Japón: muchos de los grandes empresarios y generales del país practicaban una forma particular de sumisión con Geishas, (concubinas sagradas, artistas sexuales). No se trataba de simple recreación, sino de una necesidad consciente de soltar las riendas, de liberar la rigidez del control masculino que, llevado al extremo, puede convertirse en patología. Estas figuras de poder pagaban sumas elevadas por geishas hábiles no solo en el arte y la conversación, sino en despertar emociones profundas. En esos momentos, la entrega a través del placer les permitía expandir la mente, soltar el ego y acceder a una claridad que fortalecía su visión.

Este fenómeno, a menudo silenciado por tabúes o prejuicios, jugó un papel relevante en el florecimiento de Japón como potencia. Desde una pequeña isla, estos líderes cultivaron una visión expansiva que trasciende el control absoluto, haciendo líderes mundiales.

En cuanto a otros ejemplos históricos contemporáneos, la investigación muestra también que en contextos más modernos, prácticas relacionadas con la sumisión orientada al servicio (como se conoce en el mundo BDSM, por ejemplo) han sido adoptadas por personas en posiciones de poder para liberar tensiones acumuladas, reposicionar su ego, y volver más conscientes sus decisiones .

Esta forma de entrega no se basa en sometimiento ciego, sino en confianza consciente y consciente indagación interna, que equilibra el liderazgo personal con la apertura al otro. Entregarte a una persona, a una práctica o incluso a una filosofía de vida, no por imposición o necesidad si no desde el autoconocimiento y autorrealización, sabiendo que en esa entrega encontrarás sostén y plenitud.

La sumisión, entonces, es un acto de fe consciente. Una entrega total que no disminuye, sino que fortalece. Porque cuando eliges rendirte desde la sabiduría, lo haces con dignidad y con amor.

La sumisión como entrega consciente

Aunque incomode a muchos, merece una revisión desde una mirada profunda: la sumisión.

En la mayoría de las religiones y tradiciones espirituales, la sumisión ha sido un elemento clave. La fe, la obediencia y la confianza absoluta en una deidad, en un líder espiritual o en un paradigma moral heredado se convierten en mecanismos de cohesión. Esta fuerza de entrega ha permitido a comunidades enteras sostenerse a lo largo de los siglos, aunque muchas veces se ha ejercido sin perspectiva crítica, más como un reclutaje inconsciente que como una decisión consciente. Se obedece porque “así se ha hecho siempre”, porque los usos y costumbres heredados dictan el rumbo, y porque la voz de la mayoría genera un espejismo de certeza.

Sin embargo, existe otra manera de entender la sumisión: no como una imposición externa, sino como una elección lúcida y soberana. Desde el Tantra Bhakti, la adoración se convierte en una vía de conexión. Y en la práctica del maithuna, el ritual sexual hindú, la entrega corporal y espiritual alcanza un grado sublime: dos seres que se veneran mutuamente, trascendiendo el acto físico para entrar en una dimensión de lo sagrado.

En mi vida personal, como mujer liberal, he compartido encuentros con diferentes amantes. Cada experiencia me ha dejado un aprendizaje, un matiz distinto de mi propia feminidad y de mi libertad. Sin embargo, hay una relación particular en la que he elegido ser sumisa. No se trata de esclavitud ni de pérdida de dignidad, sino de una entrega que me hace sentir adorada, bendecida, venerada y sostenida. Aunque en mi vida existen otros vínculos íntimos, el lugar de este compañero es único: con él la sumisión se convierte en confianza total, en certeza de que esa rendición me fortalece.

La diferencia esencial está en la conciencia. Someterse sin cuestionar —como suele ocurrir en contextos religiosos rígidos— puede ser un camino de alienación. Pero entregarse con plena lucidez, después de comprobar en la experiencia que esa práctica, esa filosofía o esa relación es benevolente y expansiva, transforma la sumisión en un acto de libertad.

Así, la sumisión consciente no es fanatismo, ni pérdida de identidad. Es un voto íntimo de confianza y fé, no en la moral heredada, sino en la propia experiencia comprobada. Es abrirse a un otro, a una práctica, o incluso a una deidad, con la certeza de que ese sostén no anula, sino que eleva.

La sumisión, vista desde esta perspectiva, es entonces una posibilidad de trascendencia. Una entrega que no se basa en miedo ni en costumbre, sino en amor, en fé lúcida y en la certeza de que rendirse puede ser, paradójicamente, el acto más poderoso de libertad.

La primera vez que recibí el masaje Teotihuacano entregandome sin límites al placer nunca imaginé que descubriría el verdadero significado de la palabra divinidad. Aunque era mi ciervo al darme tanto gozo, lo veo como un Dios; imagínate 2 o 3 horas recibiendo tanto placer, rendido a mis pies, experimente cosas que jamás había sentido, ¿Haz llorado de placer? No era un llanto de dolor, más bien de felicidad plena un gozo elevado y sublime.

Con esto ya tienes una base mucho más amplia, con referencias a religión, usos y costumbres, Tantra, Bhakti, maithuna, y el contraste entre la sumisión inconsciente y la consciente pero quiero explicarte ¿porque es tan importante romper el ciclo de el dominio y conocer el poder de la entrega?.

Masculinidad frágil y feminidad condicionada

Hay que decirlo sin rodeos: pocos hombres se atreven a experimentar la sumisión. La llamada masculinidad frágil teme perder su lugar de mando, desconoce que al soltar las riendas, al entregarse, lo que emerge no es debilidad, sino integridad. Lo sabían los empresarios japoneses que, al buscar en las geishas no solo placer, sino disciplina y rendición, encontraron un espejo donde podían vaciar su rigidez y despertar una conciencia más amplia. Desde esa experiencia íntima se fraguó también su visión empresarial y social.

Lo mismo sucede con las mujeres, pero desde el extremo opuesto: tristemente pocas se atreven a ejercer poder sobre otros. Condicionadas por siglos, se les ha enseñado a obedecer, a ser sumisas por obligación y no por elección. Y una sumisión obligada jamás es sagrada, jamás es auténtica: es simplemente cárcel disfrazada de virtud.

El problema no es la sumisión ni el dominio en sí, sino la falta de dignidad y de consciencia. Pocos hombres han despertado la grandeza de ser honorables, de merecer la confianza de una entrega. Y pocas mujeres han tenido el valor de reclamar la autoridad de ser dueñas de su propio poder, de ejercerlo con sabiduría y amor.

El reclamo es claro: URGE transformar la visión social de la masculinidad y la feminidad. Que los hombres aprendan a ser DIGNOS receptores de entrega, y que las mujeres se permitan no solo amar, sino también dirigir, sostener, DOMINAR si lo eligen. Solo entonces podremos hablar de entregas profundas y plenas, donde la sumisión y el poder dejan de ser opuestos y se convierten en caminos compartidos hacia la TOTALIDAD.

El beneficio de la entrega consciente

La verdadera sumisión no es un deber ni una imposición. Es una elección profunda que nace del autoconocimiento, la confianza y la exploración. Cuando una mujer —o cualquier ser humano— se entrega desde la autogestión y la autorrealización, lo hace no por debilidad, sino por fortaleza.
La práctica de la sumisión consciente se convierte en un entrenamiento de la devoción lúcida y la fé consciente: una vía que nos enseña a confiar no por costumbre ni por dogma, sino porque hemos comprobado que esa entrega nos expande.

Así dejamos de vivir bajo paradigmas heredados o ajenos. Dejamos de seguir los caminos impuestos por otros y comenzamos a caminar el nuestro propio. Esta es la paradoja luminosa: en el acto de entregarnos con consciencia, aprendemos a ser realmente libres.

Rituales para entrenar la entrega consciente

🔹 Ritual 1: La máscara del silencio
Elige una máscara sencilla, puede ser de tela o de papel. Póntela frente a tu pareja o frente a un espejo. La instrucción es clara: guardar silencio absoluto mientras otra persona guía la experiencia, moviendo tu cuerpo con respeto mientras permaneces receptiv@ a su dominio, mientras observas tu propio reflejo. La máscara representa la rendición del ego, el silencio entrena la confianza. Es un acto de sumisión ante la vida, donde se cede el control del verbo para escuchar más allá de lo inmediato.

🔹 Ritual 2: Maithuna interior
Inspirado en la tradición tántrica, siéntate en posición receptiva —puede ser de rodillas o con las piernas cruzadas— y coloca ambas manos abiertas sobre tus muslos, como signo de disposición. Imagina que la energía de la persona amada, de tu guía o incluso de lo divino, penetra suavemente en tu interior. No hay movimiento corporal, sino entrega meditativa: dejar que la respiración te posea. Este ritual cultiva la confianza en lo invisible y refina la experiencia de soltar la rigidez del yo.

🔹 Ritual 3: El nudo y la liberación
Con un listón rojo o dorado ata suavemente tus muñecas (puedes hacerlo sola o dejar que otra persona lo haga). Luego, recuéstate y permanece unos minutos respirando. Visualiza cómo esa atadura representa la entrega de tu control. Después, al desatar el listón, siente cómo la liberación no viene de ti, sino de la experiencia de haber confiado primero. Este acto ritualiza el poder de la vulnerabilidad y transforma el “nudo” en un canal de expansión.

Asumirse sumisa no es perder fuerza, sino entrenar la devoción consciente. La sumisión sagrada es el camino de quienes hemos elegido ser libres al entregarnos, sabiendo que en ese abandono encontramos sostén, placer y trascendencia.

Yo soy Nieth, Ninfa de Teocalli Infinito, y sí, confieso: hay en mí una dominatrix que siempre libera cuerpos y mentes pero sobre todo que conoce el poder de guiar porque también ha aprendido a entregarse.

En el próximo artículo hablaremos de cómo esta entrega conecta con la inteligencia emocional, una ciencia práctica que une el autoconocimiento y las fortalezas del carácter para forjar líderes plenos en la vida y en los negocios.